Datos e historia
DATOS
Datos Geográficos:
Limita con los municipios de Valdeavero, Fresno de Torote, Ribatejada (de la provincia de Madrid) y con los de Galápagos y Valdeaveruelo (provincia de Guadalajara). La altura máxima del municipio está en unos 830 m, y la mínima en unos 688 m. El pueblo de Torrejón está situado a una altitud de 721 msnm. Existe un diminuto enclave de Torrejón dentro de la Provincia de Madrid, único territorio de Castilla-La Mancha aislado en otra región, conocido como Los Barrancos y La Canaleja. El municipio es recorrido por el río Torote, a veces arroyo, y sus arroyos subsidiarios (Valdibañez, Valdemora, Macareno, Albatajar, Sordo, Barranquillo, Valtájar y La Dehesa). La principal vía de comunicación es la carreteara nacional N-320 y las provinciales GU-1056 y GU-141. Los núcleos de población son Torrejón pueblo y la urbanización Parque de Las Castillas.
Datos Demográficos:
El municipio, que tiene una superficie de 25,17 km², cuenta según el padrón municipal para 2016 del INE con 5160 habitantes y una densidad de 205,01 hab./km². La población de Torrejón permaneció entre los 400 y 500 habitantes hasta la década de los 90 cuando empiezan a desarrollarse las nuevas urbanizaciones del municipio como Muriel, y las Eras de San Sebastián, así como a empadronarse la población flotante de la Urbanización El parque Las Castillas que actualmente cuenta con unos 2.500 habitantes.

HISTORIA
Los orígenes de Torrejón del Rey y Alcolea de Torote:
Para conocer los Orígenes de la villa de Torrejón del Rey hemos de mirar hacia el Oeste del actual casco urbano, hacia el denominado cerro del Castillo de Alcolea, localizado, en la margen izquierda del río Torote junto a la N-320. Se trata de un sitio arqueológico ya Conocido en la bibliografía por haber sido un castillo andalusí de cierta importancia dentro de la Marca Media. En él, tanto Manuel Retuerce Velasco (1994 y 1998), como Basilio Pavón Maldonado (1984), hallaron restos cerámicos andalusíes, identificando fehacientemente el Cerro con la Al-qula’ya de las fuentes, fundamentalmente el Muqtabis V de Ibn Hayyan. Así mismo, no hay que olvidar que el hoy despoblado de Alcolea estuvo habitado hasta 1836, cuando es derribado a excepción de la iglesia, que lo será en .1841. Esta población pertenecía al arzobispado de Toledo y contaba con un importante alfoz. Sin embargo, tras su desaparición, Será englobado en el vecino término de Torrejón del Rey.
Durante los trabajos de prospección realizados para la confección de la Carta Arqueológica Municipal de Torrejón del Rey se pudo constatar que el cerro del Castillo de Alcolea presentaba dos fases principales de poblamiento: la más antigua durante la Segunda Edad de Hierro, sobre la cual Se ha constatado la continuidad de este espacio de hábitat desde la alta edad media hasta mediados del Siglo XIX, cuando se abandona y derriba la aldea de Alcolea.
En cuanto a su fase más antigua, la ocupación durante la Segunda Edad del Hierro de este lugar está perfectamente imbricada en la red de poblamiento general de la zona occidental de Guadalajara, donde apenas se han publicado media docena de ellos. Esta escasa densidad de yacimientos publicados contrasta con la detectada en la zona Oriental de Madrid, dónde contamos con mayor cantidad de datos.
La localización de materiales arqueológicos de esta etapa no fue excesivamente amplía, circunscribiéndose todos ellos en la parte más alta del cerro. Por ello, no podemos fijar con exactitud la extensión total del hábitat prerromano debido a la larga secuencia de ocupación del lugar, pero aceptamos como mínimo que la zona principal del cerro estaría ocupada, resultando una extensión de 3 Ha.
Las prospecciones nos permitieron comprobar que es el único yacimiento de esta cronología que se encuentra en el término municipal, el cual acoge diferentes nichos ecológicos susceptibles de explotación tales como la zona de vega, el monte bajo y las llanuras del páramo. Los factores condicionantes de la ocupación de este hábitat de la Edad del Hierro son de diversa índole, pero prima el factor de subsistencia de la comunidad. Las posibilidades agrícolas se relevan menores que las observables en el valle del Henares, en el cual hay evidencias desde épocas tempranas. La generalización del utillaje metálico en los aperos agrícolas supone la posibilidad de cultivar tierras fértiles de los valles secundarios, que antes no parecen estar ocupadas. Esto posibilita el mantenimiento de una población estable, que complementa su dieta y economía Con el aprovechamiento de las zonas de pasto y rutas trastermínantes y la explotación de los recursos cinegéticos.
Atienza, es la clave para comprender el emplazamiento de Alcolea, que protegía este camino. Sería ésta una vía de comunicación medieval que se superpondría a la romana. Una prueba de la vigencia y trasiego de este camino nos lo muestra el Repertorio de Caminos de Villuga, que muestra un ramal que desde Segovia, pasando por Manzanares, Talamanca y Alcolea, llegaría hasta Guadalajara.
Como indicábamos anteriormente, Basilio Pavón propone que la primera mención de Alcolea en las fuentes islámicas la suministra el Muqtabas V de Ibn Hayyan, que narra la expedición del Abd—aI-Rahman III a Muez del año 920. Cuenta la Crónica que el gobernador de Guadalajara había advertido de que los infieles habían atacado la ciudad, produciendo graves daños a la misma, para dirigirse luego hacia la cercana fortaleza de Alcolea, con la intención de sitiarla.
Sin embargo, la unión de todas las fuerzas islámicas de la zona, doblegaron a las tropas cristianas que se replegaron al Norte. Apoyándose en una noticia de recogida de las Relaciones Topográficas de Felipe II (que afirmaban que Alcolea del Torote era más antigua que Alcalá de Henares, y que en su término se encontró una piedra arábiga de ochocientos años de antigüedad ―siglo IX-), Pavón afirma que el núcleo de Alcolea tuvo su origen en el siglo IX, naciendo como un importante asentamiento islámico asentado sobre un ‘castro romano’, cuya misión sería defender el valle del Torote frente a posibles incursiones enemigas que pretendieran llegar a Alcalá de Henares desde Uceda, Esta datación la mantiene Vicente . Murillo Ramos (1989) al considerar que fue la incursión del Rodrigo I, Conde de Castilla, en el 830, la que obligó a los musulmanes a reforzar sus caminos y fronteras, ya que el noble castellano se adentró desde Somosierra hasta Talamanca.
El estudio comparativo de las cuencas visuales de los asentamientos militares islámicos más cercanos, como son Guadalajara o Alcalá la Vieja, nos demuestra como el control visual de las vías de Comunicación exigía la instalación de un castillo en este punto junto al río Torote, donde se pudiera controlar un sistema organizado de caminos asentado sobre anteriores vías romanas. Desde Alcolea Se vigila principalmente el vado del Torote, y tal vez se cobraba ¿su portazgo? Igualmente se aseguraba una defensa ante las posibles incursiones militares cristianas desde el Norte, no siendo ésta la vía preferente, sino aquella que desde la Medina de Wad al Hayara se dirigía a la de Talamanca del Jarama. Alcolea supone, en este punto del Torote, un lugar donde se puede realizar una explotación intensiva de diversos tipos de recursos naturales, ya que, tanto el vado como la amplia vega que posee, le confieren unas características idóneas para el asentamiento humano, algo corroborado por el intenso poblamiento diacrónico que ha demostrado.
Finalmente, hay que destacar que el alfoz de Alcolea permitiría una cierta independencia respecto a las poblaciones del Henares, ya que, como hemos visto, la agricultura y sus complementos han permitido la existencia de una población estable hasta el S. XIX.
Con la conquista del reino taifa de Toledo en el año 1085 y la entrega de Guadalajara al año siguiente, Alcolea del Torote pasó a manos cristianas. El 18 de Diciembre de 1086, Alfonso VI donó una serie de tierras y lugares para conformar la Iglesia de Toledo. Entre ellas aparece mencionada por primera vez Alcolea (“Alcoleia, in terra de Alcalá”).
En el año 1518, Carlos I de España encargó a don Luis Fernández Portocarrero y Bocanegra, Conde de Palma, un informe sobre el estado de los castillos y fortalezas del reino. Respecto a Alcolea del Torote señala que “Se trata de una Casa llana, sin armas, por Otra parte innecesarias, por destinarse a pacifica vivienda y a granero de trigos vive en ella el mayordomo Francisco Ximénez y dista de Alcalá seis leguas”.
Gracias a la información aportada por las Relaciones Topográficas de Felipe II, sabemos que en el siglo XVI el pueblo se dividía en dos barrios (alto y bajo). La mayoría de las casas eran de tierra con cimientos de cantería o ladrillo, mientras que la cal y el yeso se tenían que acarrear de otros lugares. Había varias Casas solariegas, vestigios de Su pasado guerrero (linajes de los Guzmanes y Guevaras). En su época de mayor esplendor, la villa de Alcolea llegó a tener 700 u 800 habitantes. En el año 1579 apenas contaba con 80 y desde comienzos del siglo XVII se inició su declive definitivo. A mediados del siglo XVIII apenas contaba con 7 vecinos. Del núcleo urbano, sólo sobrevivían 10 casas, dos en ruina, mientras que los molinos habían desaparecido, así como cualquier actividad comercial (tiendas, tabernas, panaderías, etc…). En aquél momento, Alcolea del Torote era señorío de don Antonio Ramón de Tordecillas Salazar de Muñatones, marqués de San Felices y Conde de Ellas.
En el año 1835 sólo quedaba un vecino en ella, momento en que Se ordenó el derribo de todas las casas deshabitadas. En el año 1841 este vecino (José Álvarez) se trasladó a vivir a Torrejón del Rey, ordenando el gobernador provincial la agregación del término municipal de Alcolea del Torote al de Torrejón, su antigua aldea. Ese mismo año se demolió la iglesia parroquial, cuyas piedras y maderas se aprovecharon para construir el nuevo Ayuntamiento de Torrejón del Rey (en una reciente reforma de esta Ayuntamiento se han encontrado piezas de madera policromadas y con diseños decorativos procedentes de esta iglesia). Todas las imágenes y retablos fueron llevados a la parroquia de Torrejón (se conserva todavía la pila bautismal del siglo XIII). En una reciente obra de mejora de los suelos de esta iglesia, se han localizado Cuatro lápidas funerarias procedentes de Alcolea del Torote que actualmente se exponen en la entrada de la parroquia.
Evolución histórica de la villa Torrejón del Rey:
No se tiene constancia documental de la época de fundación de Torrejón del Rey. En la tercera respuesta a las Relaciones Topográficas de Felipe II (año 1579) los vecinos de Torrejón respondieron que “No Se Sabe quien fue el fundador, ni Cuando Se ganó, que Se tiene por que no es pueblo muy antiguo». La primera vez que se menciona el nombre de Torrejón es una escritura de trueque de tierras entre el Monasterio de Santa María de la Vid (Burgos) y el Convento de Santa Clara de Guadalajara, Según el cual, la Comunidad burgalesa entregó la tierra de Alcolea y sus aldeas al convento de Guadalajara, poblaciones entre las que se cita Torrejón.
El nombre de Torrejón procede de la torre o atalaya que se levantaba en el lugar, como atestigua la primera respuesta de las Relaciones Topográficas de Felipe II: “Que el dicho lugar se llama Torrejón del Alcolea, se llama así por lo que se sabe por una torre que tiene que es antigua labrada en cal y ladrillo y así parece por el edificio del Coro de la dicha iglesia que está pegado con la dicha torre que tiene una salteras para defensa de los moradores de ella.” Al convertirse en el año 1584, pasó a denominarse Torrejón del Rey, aunque en documentación del siglo XVII todavía se cita como Torrejón de Alcolea.
Para Murillo Ramos, la atalaya de Torrejón nació para proteger una de construcciones civiles, fundamentalmente alquerías situadas en el campo, que estaban expuestas a los asaltos y robos. Según pasaron los años, las comunidades y hermandades comunales Se fueron asentando para su mutua defensa. La ausencia de peligro quitó todo Sentido militar a estas torres, pero no a los núcleos que nacieron bajo Su amparo, que en el Caso de Torrejón del Rey, tendría un Crecimiento a partir del siglo XV.
Al contrario que lo sucedido en Alcolea del Torote, que sufrió el azote de la peste y perdió gran parte de su población, Torrejón del Rey multiplicó el número de habitantes por tres en apenas doscientos años, Crecimiento que los vecinos explicaron “por ser pueblo sano”. En la decimoséptima respuesta a las Relaciones Topográficas se describe la tierra como “templada antes Seca y que no es tierra húmeda, y es tierra sana, se crían muy frescos y muchos niños y está bien provisto de ellos y es tierra llana y no montañosa”.
Torrejón del Rey se convirtió en villa en el último cuarto del Siglo XVI. El 1 de Enero de 1578 el arzobispo de Toledo, Don Gaspar de Quiroga, en función de una Breve concedida por el Papa Gregorio XIII, autorizó a Felipe II a desmembrar el pueblo de la dignidad de Toledo, pasando a Ser propiedad de la Corona junto a los lugares de Alcolea del Torote, Galápagos y Valdeavero. Se estudiaron las rentas producidas en el quinquenio anterior, acordándose una compensación para el Arzobispado de Toledo de 7.680 maravedís de forma anual y perpetua, que mantuvo también sus impuestos y derechos propios de su dignidad.

El siguiente paso en el camino de su independencia jurisdiccional Se dio en Abril de 1579, Cuando el monarca concedió el privilegio de villazgo. En aquel momento contaba el pueblo con 225 vecinos, que pagaron 3.712.072 maravedís y medio, tocando a 16.000 maravedís cada uno. Este privilegio se confirmó con la plena jurisdicción por Cédula Real otorgada por Felipe II el 29 de Enero de 1584 en Madrid.
Para realizar los actos posesorios de la nueva villa, se comisionó al licenciado Florián de Torres, juez de comisión del Rey, y a Miguel Xerez, procurador del Consejo Real. Los enviados del monarca acudieron a Torrejón del Rey y en las Salas de la Casa del Concejo, frente a los cargos públicos y testigos, leyeron la Cédula Real, que todos los presentes entendieron. Acto seguido, cada uno de los presentes tomaron la Cédula Real, la besaron y la pusieron sobre sus cabezas jurando cumplir lo estipulado en ella. A continuación, De Torres y Xerez retiraron las varas a los Alcaldes y Regidores, y se las devolvieron, formándose el primer Ayuntamiento propio de la villa.
Procedieron después a colocar la picota en la plaza pública, que aparece descrita de la siguiente manera en la toma de posesión: “Una plaza redonda que está en la dicha villa Cerca de la iglesia, donde hay Ciertos Olmos y alinda con la dicha iglesia y con Casa de Francisco Larroyo y otras Casas y calles públicas y señalada la dicha plaza predisponen en ella Se ponga la picota y fue puesta y alzada de un madero bien alto de Olmo labrado y puesto en lo alto de Cuatro hierros grandes y encima una Cruz de hierro bien Labrada y así quedó asentada la picota”. Después Se levantó la horca, compuesta de dos maderos altos y otro atravesado por encima, que se situó en el cerro denominado “Valdespino”, junto al límite del municipio con Valdeavero. En esa misma jornada se tomó posesión de la cárcel y se visitaron las tiendas del pueblo, que eran una de aceite y pescado, y otras dedicadas a carnicería, panadería y una taberna. Al día siguiente se procedió a amojonar el término municipal, una de las acciones que más pleitos provocaba con los pueblos vecinos, que siempre se quejaban de las injusticias que sufrían en favor de las nuevas villas. Para realizar este amojonamiento Se recabó la información de testigos que hubiesen vivido al menos cincuenta años en el lugar.
Gracias a la información aportada por el Concejo en las Relaciones Topográficas de Felipe II, sabemos que en el siglo XVI Torrejón del Rey Se componía de unas ciento setenta casas, la mayoría construidas en tapial, cal y madera de pino e hipia, maderas que se traían desde los pinares de Galve, ya que en la zona sólo Se contaba con Olmos y pobos. Existía un tejar donde se cocían ladrillos y tejas, cuya producción atendía las necesidades del pueblo y de los núcleos Cercanos. En el Catastro de Ensenada Se señala el dato de que este tejar dependía de la ermita de nuestra Señora de la Soledad, a la que abastecía especialmente en verano. Para usar este tejar los vecinos daban limosnas para el cuidado y embellecimiento de la ermita.
Cruz procesional de la parroquia de Torrejon del Rey
Plata. Siglo XVII
Foto; Tomás Camarillo (C. l930)
Fondo: CEFIHGU

El pueblo era abundante en aguas. Casi todas las casas contaban con pozos o pilas, además existía una fuente publica al Oriente de la villa, fuente “de muy buena agua con dos Caño: de donde Se provee el pueblo, y es agua dulce, Suave y gustosa». Contaba también con un molino comunal en la ribera del río Torote. Cuando bajaba su caudal en verano, los vecinos acudían a un molino Cercano a Guadalajara. Para la sal se recurría a las salinas de la olmeda. En cuanto a la economía local, los vecinos se dedicaban fundamentalmente a las labores agrícolas. Se Cosechaba cereal y era especialmente conocido y afamado el vino que se producía en Torrejón del Rey, que Se vendía “por muchas partes y Se gasta mucho vino del dicho pueblo en las Sierras del Ocejón y Tamajón y Galve y aún en Burgos”. Frente a la relativa escasez de cabezas de ganado, la villa era muy rica en fauna piscícola, destacando el gran número de lampreas, anguilas y bermejuelas.
Sabemos de la existencia de cuatro ermitas en Torrejón del Rey, hoy desaparecidas: la de Nuestra Señora del Rosario, la de Nuestra Señora de la Concepción, la de Nuestra Señora de loa Soledad y la de San Sebastián. Vicente Murillo identifica la ermita del Santo Sepulcro como la de Nuestra Señora del Rosario, advocación que debió de cambiarse en el Siglo XVII. Este mismo autor localizó el emplazamiento de las distintas ermitas: Nuestra Señora de la Soledad Se alzaba en los alrededores de la “fuente vieja», la del Santo Sepulcro Se encontraba en cercana al cementerio y la de San Sebastián en el entorno de las eras que llevan su nombre. En cuanto a la ermita de la Concepción, la localiza al borde del camino de Alcalá, en el lugar donde ahora Se encuentra una vaquería.
La ermita de San Sebastián Se construyó para combatir la peste que asoló el pueblo y que Se cobró la vida de la mitad de los vecinos. Es la ermita mejor documentada. Así conocemos que en el año 1817 el maestro albañil Eusebio González redactó un informe sobre su estado de Conservación, en el que aconsejó renovar “las dos tapias que miran hacia el Occidente y mediodía y trastejarla». De no llevarse a Cabo la obra antes de la llegada del invierno, la ruina Sería inevitable. Aunque Murillo Ramos desconfía de que esta obra de reparación Se llegase a ejecutar, lo cierto es que el arzobispado de Toledo aprobó su ejecución ese mismo año de 1817. En el año 1868 se habilitó la ermita para recibir la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, fabricándose un altar nuevo para tal efecto. También acogió un calvario procedente de la iglesia de Alcolea del Torote. Todas estas imágenes desaparecieron durante la Guerra Civil española.
Torrejón del Rey tenía en el siglo XVI dos poblados anejos: Camarma del Caño y Camarma del Suso, hoy desaparecidos. Estaban situados al sureste de la villa de Torrejón, a media legua de distancia.
En el año 1720 Camarma del Caño tenía cuarenta vecinos y pertenecía al Conde Mariana. Había una iglesia de una Sola nave, de estilo mudéjar y de ella dependían dos ermitas: Nuestra Señora de la Concepción y el Santo Cristo de las Azucenas. Camarma del Suso apenas tenía seis vecinos y Su iglesia era más Sencilla, también de una Sola nave, con dos ermitas anejas: Nuestra de la Soledad y San Roque. Las dos villas se asentaban en la ribera izquierda del arroyo Camarmilla, curso abajo y ocupaban en su jurisdicción dos leguas y media de circunferencia cada una. En la del Caño había varias fuentes, y no había nada destacable salvo un puente pequeño de piedra en el Camino Real que va de Alcalá a Madrid. No contaban ni con armas ni con fortaleza alguna. Sus habitantes se ocupaban de las labores del campo, en especial las agrícolas. Sus tierras producían trigo, cebada, centeno, avena, garbanzos, algarrobas, y algunas pocas habas, guisantes y melones. En el Diccionario Geográfico — Estadístico de Pascual Madoz, (mediados del siglo XIX), todavía aparecen reflejadas estas dos parroquias (Camarma de Suso se cita como Camarma de Encima) como subsidiarias de la iglesia de Torrejón del Rey.
Las crisis económicas que azotaron a la Corona española en los últimos años del Siglo XVI y primeros del XVII (en especial las que tuvieron como causa las pestes de los años 1596 y 1602), obligaron a los monarcas a vender muchas de sus villas de realengo, como una medida desesperada para captar fondos que sanearan las arcas públicas. En el año 1606 el rey Felipe III vendió la villa de Torrejón del Rey a su Secretario de Cámara y Consejo, don Alonso de Muriel y Valdivieso. Murillo Ramos Considera que la fecha de venta data del mes de Abril. Sin embargo, la escritura de compraventa esta datada en Madrid el 13 de Octubre de 16062. El monarca había concedido su aprobación según autorización firmada en El Escorial el 20 de Agosto de ese año. Por lo general Se ofrecía a las villas la posibilidad de comprar su villazgo, pero Torrejón del Rey no pudo optar a esta compra ya que estaba sumida en una fuerte depresión económica, provocada por los pagos derivados de un censo principal de 6.000 ducados impuesto por don juan Fernández de Miñano, regidor de la ciudad de Segovia. El precio de venta se cerró en 8.000 mil ducados, que habrían de pagarse de la siguiente manera: 2.000 ducados que habían sido ya entregados a la villa a la firma de la escritura, y que los apoderados del concejo de Torrejón libraron presentando las pertinentes cartas de pago que entregaron al notario. Respecto a los otros 6.000 ducados, que cubrían el Censo de Miñano, habrían de pagarse dentro de los seis años siguientes a contar desde la carta de autorización del rey. Entre las condiciones de venta se estipularon las siguientes:
La villa no podría ser vendida ni dividida entre sus herederos o sucesores. Si así se intentase, el contrato de compraventa quedaría invalidado de facto y la villa quedaría libre de toda obligación, Salvo la de devolver los ocho mil ducados dentro de los ocho años siguientes a la finalización del contrato.
La villa de Torrejón debería presentar dos nombres de sus vecinos para ocupar los cargos de alcaldes ordinarios, de la hermandad, regidores, diputados procurador general y alguacil, mientras que para el puesto de escribano del Ayuntamiento deberían escogerse tres candidatos. De estos, Alonso Muriel y sus herederos elegirían los que ocuparían los cargos públicos por un año. Estaban Obligados a realizar la elección en un plazo de tres días antes del día de Año Nuevo, y el concejo Sólo estaba obligado a desplazarse un máximo de ocho leguas para entregar la lista de candidatos, Siendo obligación del señor recogerla O mandar apoderado a tal efecto. De no cumplirse el plazo estipulado, la villa estaba facultada para nombrar los cargos, aunque sólo para el año natural entrante.
El nombramiento de alcalde mayor quedaba reservado a Don Alonso Muriel, pero este cargo no tenía voto en el Ayuntamiento. Su función era simbólica y representativa, ya que estaba obligado el concejo a situarle en un lugar preeminente en las reuniones del Ayuntamiento o cualquier otro acto público (entre los dos alcaldes ordinarios, si faltase alguno de los alcaldes ordinarios debería sentarse a la derecha del alcalde presente). También se reservaba del nombramiento de justicia.
Ni Don Alonso, ni sus herederos, ni sus criados podían apremiar a ningún vecino a que les diera posada, ni trigo ni cebada, ni trabajar sus campos o prestar sus mulas sin recibir por ello el justo precio que fuese. Don Alonso sólo podría aprovechar los terrenos y pastos comunes en la medida equivalente al aprovechamiento que de ellos hacían dos vecinos. Sus criados tampoco podrían hacer uso y disfrute de estos pastos comunes a no ser que fuesen vecinos de Torrejón del Rey. La villa se comprometía a pagar las rentas Señoriales como se habían pagado hasta ahora, según lo estipulado con la monarquía: Derechos de penas de Cámara, sobre bienes mostrencos, y un impuesto que el Catastro de Ensenada se refleja como “regalo” y que importaba ciento dieciocho reales nueve maravedís.
Don Alonso fundó un mayorazgo en que tenía como posesión principal la villa de Torrejón del Rey. Cuando murió sin descendencia, sus bienes pasaron en usufructo a Su esposa, Doña Catalina de Medina y Zarauz. Al fallecer ésta, recibió la villa su sobrina, Catalina de Muriel, que casó con Don Gabriel de Barrionuevo y Peralta, Caballero de la Orden de Santiago, vecino de Madrid y procurador en Cortes por la provincia de Ávila. El mayorazgo de Torrejón del Rey quedó siempre en manos de la familia Muriel, al menos hasta el año 1752, fecha de la última noticia sobre un descendiente de los Muriel (Antonio Muriel). Murillo Ramos supone con buen criterio que la villa permaneció en manos de la familia hasta la abolición de la figura del mayorazgo, según ley promulgada por las Cortes de Cádiz en el año 1810, que se llevó a efecto en el año 1841.
Durante la Guerra de Sucesión Española, las tropas del Archiduque Carlos saquearon varias iglesias de la comarca, entre ellas las de Alcolea del Torote y Torrejón. En el año 1752, se redactó el Catastro de Ensenada, que aporta valiosa información sobre la vida en Torrejón del Rey en aquél momento. Contaba con 72 vecinos repartidos en un núcleo urbano compuesto de 87 Casas, todas habitables excepto cuatro o cinco. El pueblo tenía una taberna, que rentaba 1.145 maravedís al año, una tienda que generaba rentas por valor de 353 reales y 31 maravedís, y una carnicería (216 reales anuales).
El Catastro refleja por primera vez la existencia de un hospital para la atención y refugio de los pobres, aunque no está recogido dónde se encontraba. Se sustentaba gracias a un Censo principal de 174- reales. En Torrejón del Rey vivía un médico titular, un cirujano, un Sacristán y un maestro de niños, que tenía además el empleo de componer el reloj del pueblo. La mayor parte de la población Se dedicaba todavía a la agricultura, ya que apenas había cabezas de ganado en propiedad. 18 jornaleros, 24 criados y 40 labradores se empleaban en las labores del campo. En cuanto a otras profesiones, podemos encontrar 3 maestros sastres, con un aprendiz a su cargo, un maestro tejedor de lienzos, un maestro cantero, un maestro herrero, que esencialmente se ocupaba de reparar los aperos de labor, un herrador, que cobraba esencialmente de los vecinos de forma particular y de la asistencia a los forasteros. Destaca la presencia de un maestro de Tornos, que servía a las Reales Fábricas de Guadalajara. Las respuestas no consideran a los trabajadores del tejar, ya que eran trabajadores que se empleaban por días sueltos, razón que imposibilitaba contabilizar su aportación a las rentas del pueblo.
Un párroco y dos clérigos (Don Tomás de Cuesta y Don Bernardino Celada) cuidaban del auxilio espiritual de los habitantes de Torrejón, que vivió a mediados del siglo XVIII una crisis económica que provocó, por ejemplo, que el pueblo tuviera que enviar apoderados del Concejo a Madrid y a Guadalajara, con la misión de vender bienes propios del Ayuntamiento para obtener dinero con el que comprar ganado porcino para alimentar a sus habitantes.
Entre otros gastos, la villa pagaba 60 reales anuales al predicador que acudía en Semana Santa, 45 reales y 6 maravedís en el mantenimiento del reloj público, 220 reales y 23 maravedís en la función litúrgica anual en conmemoración de la festividad de San Roque, 63 reales en la cera para el altar de San Francisco, 26 reales en la renovación de la piedra de la fragua, más de 500 reales en el mantenimiento de las Casas y caminos del pueblo.
Sebastián de Miñano recoge en su Diccionario Geográfico—Estadístico que Torrejón del Rey contaba con 108 vecinos (unos 484- habitantes), que Se dedicaban principalmente a las labores agrícolas, con cultivos de trigo, cebada, centeno, avena, legumbres y “algo de vino”.
A mediados del siglo XIX, Pascual Madoz señala un importante descenso demográfico de Torrejón, que pasó de 484 habitantes a unos 248 (con 92 vecinos), repartidos en 404 casas. Contaba el pueblo con una escuela de instrucción primaria (con 35 alumnos) y se menciona la Casa Consistorial que se había levantado con las piedras procedentes del derribo de la iglesia de Alcolea del Torote. La economía local seguía basada en el trabajo del campo (cereales y legumbres), y de la explotación de unas pocas cabezas de ganado.
Durante la Guerra Civil Española (1936-1939), Torrejón del Rey apenas sufrió los avatares de la contienda. El frente de batalla Se estableció a varios kilómetros de distancia tras la batalla de Guadalajara (Marzo de 1937), quedando el pueblo siempre en zona republicana, que realizaron únicamente algunas trincheras de segunda línea. La iglesia parroquial perdió la mayor parte de las imágenes y retablos en los primeros meses de la guerra.

El escudo de Torrejón del Rey:
No ha quedado constancia documental ni física del escudo que pudiera tener la villa de Torrejón del Rey. En las Respuestas a las Relaciones Topográficas de Felipe ll no encontramos referencia alguna, y en el pueblo ni en sus alrededores han quedado restos de escudos municipales.
El actual blasón es una creación moderna, realizada por el investigador don Vicente Murillo Ramos, y fue aprobado por la junta de Comunidades de Castilla – La Mancha, en Abril de 1992. La explicación de sus símbolos parlantes seria: la torre en alusión al origen del pueblo, atalaya o torre defensiva de la tierra de Alcolea del Torote. Las dos plumas en el tintero hacen alusión a la labor intelectual de dos de los hijos de Torrejón del Rey más afamados, Luis de Lucena y Antonio Núñez, representantes de la más alta intelectualidad del Renacimiento alcarreño.
El escudo actual se blasonaría de esta manera: “Escudo español, partido, primero de gules un tintero de Oro y dos plumas de plata, segundo de azur una torre de oro mazonada de Sable. AI timbre, corona real cerrada» (HERRERA y ORTIZ, 2000).
El abastecimiento de aguas de Torrejón del Rey
Hasta el último Cuarto del Siglo XIX, Torrejón del Rey Se abastecía de agua de la denominada “fuente vieja”, Situada en las afueras del núcleo urbano. Esta fuente ya aparecía mencionada en las Relaciones Topográficas de Felipe II (año 1580), en la respuesta 21ª: «fuente de muy buena agua con dos Caños de donde se provee el pueblo, y es agua dulce, suave y gustosa y tal que de otros pueblos Comarcanos vienen a por ella para dar a enfermos”
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En junio de 1868 el ingeniero José del Acebo redactó el proyecto de Conducción de aguas a Torrejón del Rey. El Objeto del proyecto era facilitar el abastecimiento de agua a los vecinos colocando una fuente en la plaza Situada detrás de la iglesia. El caudal Se tomaría de la primitiva fuente y se Conduciría a la nueva mediante una Cañería de plomo colocada en una zanja excavada a cielo abierto, asentada y protegida por tejas.
Aunque José del Acebo proyectó una fuente para la plaza, el Ayuntamiento decidió reducir los costes de la obra reutilizando la fuente pública de Alcolea del Torote, población que estaba deshabitada desde el año 1841.



FUENTE:
“Villa de Torrejón del Rey: Una mirada al pasado – Los Legados de la tierra”
(Editorial : LA ERGASTULA Ediciones) ISBN: 978-84-936732-4-6